Empezar de nuevo en otro país significa re-organizar nuestra vida y armar poco a poco un espacio al que podamos llamar nuestro hogar.
Para muchos aquél concepto puede estar íntimamente relacionado a nuestra casa, a nuestras pertenencias, a nuestras rutinas y a nuestros vínculos. Ciertamente es así, pese a ello resulta ser una apreciación muy subjetiva con la cual seguramente si nos ponemos a charlar con distintas personas, nos brinden alguna que otra variante sobre lo que para ellos significa. Si bien este término puede tener sus variables, para los fines que compete a éste artículo vamos a definirlo como aquél espacio en el que nos sentimos cómodos, seguros y a gusto.
Ya sea en una vivienda cerca del mar, en un departamento en pleno centro histórico, en una habitación de una enorme casa de campo, en un pueblo pequeño o en una ciudad turística, cada uno de nosotros podemos construir este anhelado espacio. Debo aclararte, sin embargo, que no sólo se circunscribe al ambiente físico o a un lugar determinado, sino que implica mucho más.
|| "...hogar como aquél espacio en el que nos sentimos cómodos, seguros y a gusto..." ||
¿De qué se trata entonces, si no es sólo sobre el contexto?
¡Se trata de uno mismo! Así de sencillo. Nuestro hogar principalmente, pertenece a nosotros mismos. Podemos cruzar miles de kilómetros, viajar por centenares de países, vivir en muchísimas ciudades diferentes y aún así llevamos con nosotros nuestro hogar. Y es que, si no surge de nosotros armarlo, ¿de quién sino?.
Nuestro hogar va mutando, va sufriendo cambios a medida que nos movemos y nos sometemos a distintas vivencias y experiencias. Se va enriqueciendo con cada aprendizaje y se va fortaleciendo con cada desafío. Vayamos donde vayamos, podemos construirlo de diversas formas a partir de los cimientos que nos acompañan en cada aventura.
|| "...Nuestro hogar principalmente, pertenece a nosotros mismos"... ||
Rutinas y hábitos que nos definen
La sensación de estar a gusto y sentirse cómodo, también está determinada por las acciones que llevamos a cabo a diario o esporádicamente. Una rutina nos familiariza y nos brinda esta sensación de "sentirse en casa". Realizar una actividad placentera que sabremos que cada sábado o domingo ocurrirá; desarrollar nuestros hobbies en determinado momento del día o simplemente tomarnos ese rato para desconectarnos, son ejemplos que pueden ilustrar el cómo armar poco a poco, nuestro espacio de bienestar.
¿Por qué entonces, somos nosotros?
Porque al fin y al cabo, somos nosotros mismos los que agregamos esa planta al balcón, los que decoramos las paredes con obras de Salvador Dalí, los que organizamos ese almuerzo los domingos o trasnochamos mirando esa película que tanto nos gusta. Definitivamente, reflejamos en el mundo material nuestro mundo interno. A esta reflexión tan zen pero tan cierta, la acompaño con esta apreciación: para construir nuestro hogar, nos debemos sentir bien con nosotros mismos. Es decir, si no hay amor propio, no hay lugar para el amor hacia todo lo demás. Todo nuestro mundo material carecerá de belleza si no estamos bien con nuestro mundo interno y por ende, la tarea de encontrarnos a gusto en cualquier lugar del mundo se verá obstaculizada.
Empezando por uno mismo
Trabajar en hábitos saludables no sólo resulta beneficioso para nuestro yo, sino también para todo lo que nos rodea. ¿A qué me refiero? A aquellas conductas que realizamos día tras día y que mejoran nuestra calidad de vida: desde una adecuada alimentación hasta cómo nos manejamos en nuestras relaciones. Un simple ejercicio para reconocer y poner en práctica actividades sanas es confeccionar una lista con lo que quisieras cambiar en tu jornada, ¡vale todo!. Luego de esto, en cada ítem, analizar qué acción podríamos tomar para lograr nuestro bienestar. A medida que obtengamos satisfacciones con nuestras acciones, nuestro mundo interno se convertirá en un armonioso y equilibrado hogar, estemos donde estemos.
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